Proyectamos en una persona todo el sentimiento que somos capaces de sentir. Hacemos de cada instante un momento irrepetible, convertimos a la persona amada en alguien que no exista más que en nuestro cerebro, somos nosotros mismos los que hacemos de la otra persona el amor de nuestra vida. Convertimos en diosas a personas corrientes y con esto creamos auténticos monstruos de amor y pasión que sólo existen porque nosotros así lo hemos decidido. El amor no está en el otro, sino en uno mismo... Quizás para la otra persona, cada momento que a mi me pareció maravilloso, sólo fue un momento más... uno de tantos, quizás cada palabra que convertí en un tesoro, para la otra persona sólo fue un conjunto de letras, dichas por decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario